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Foto: https://br.images.search.yahoo.com

 

MANUEL RUEDA

( República Dominicana )

Manuel Antonio Rueda González (27 de agosto de 1921, Montecristi - 20 de diciembre de 1999, Santo Domingo) fue un escritor y pianista dominicano.

Manuel Rueda nació en Monte Cristi, República Dominicana, el 27 de agosto de 1921. Hizo estudios primarios en la escuela pública de su ciudad natal y los de bachillerato en el Colegio Dominicano De La Salle, en Santo Domingo, graduándose de Bachiller en Filosofía y Letras. Se diplomó de concertista y profesor de música en el Liceo Musical a los quince años, y en 1939, al concluir su bachillerato, partió hacia Chile, país en el que perfeccionaría sus estudios musicales bajo la dirección de la afamada pianista Rosita Renard. Durante muchos años participó en el ambiente cultural de Santiago de Chile, y conoció a las máximas figuras de la época: Pablo Neruda, y sobre todo a Vicente Huidobro, padre del Creacionismo, cuya obra dejó en él una profunda huella.

(...)

En 1949, la revista Atenea, órgano de la Universidad de Concepción, publicó sus primeros poemas con prólogo del crítico chileno Hernán Díaz Arrieta (Alone), quien en su columna del diario El Mercurio, lo saludó como a un innovador de las letras. La obra, titulada Las noches, recibió también elogiosos comentarios de varios críticos chilenos. En ese mismo año apareció también Tríptico, escrito en colaboración con Irma Astorga y Víctor Sánchez Ogaz.

Durante su permanencia en Chile, en 1945, recibió el Premio «Orrego Carvallo», otorgado por el Conservatorio al mejor pianista de su promoción. Tras su graduación regresó a República Dominicana y fue nombrado Director del Liceo Pablo Claudio de San Cristóbal. Más tarde fue designado Profesor de los Cursos Superiores de Música en el Conservatorio Nacional de Santo Domingo, institución que dirigió durante casi veinte años.

(...)

En 1970, fue nombrado Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Española. Dos años más tarde publicó, en colaboración con Lupo Hernández Rueda, el primer tomo de la Antología panorámica de la poesía dominicana contemporánea, 1912-1962, obra que establecía una rigurosa tabla de valores de nuestra poesía, y cuyas notas, más que simples comentarios a los textos reunidos, constituyen verdaderos ensayos interpretativos que sentaron las bases para posteriores estudios críticos.

El año 1974 fue el más importante para el poeta. La noche del 22 de febrero pronunció su célebre conferencia en la Biblioteca Nacional, bajo el título de «Claves para una poesía plural», dejando inaugurada una nueva etapa en la literatura dominicana. El Pluralismo nació del talento creador de un artista integral que había comprendido que la literatura dominicana se hallaba empantanada y que la única manera de sacarla de su marasmo era resolviendo sus problemas a través de una renovación de procedimientos escriturales.

El Pluralismo, movimiento de vanguardia en el que hay ecos de otras corrientes literarias universales, nació para vincular la poesía con su fuente primigenia, la música, y ahí reside su originalidad. Fue un movimiento integrador en el que se dieron la mano tradición y modernidad, originando una poesía de nuevos alcances fonéticos, emocionales y rítmicos. El Pluralismo —cuyos antecedentes más cercanos los encontramos en los caligramas de Apollinaire, la poesía concreta brasileña y los aportes poéticos de Octavio Paz— surgió para liberar al verso de la paralización en que lo había sumido la práctica rutinaria de la poesía lineal. Rueda creó una especie de pentagrama poético -o bloque, como lo denominó-, constituido por elementos gráficos y sonoros que permiten cadenas de asociaciones de múltiples significados. Las palabras, a su entender, son células polisémicas capaces de generar infinitas posibilidades combinatorias. El poema, en el contexto pluralista, no se estructura a partir de la razón ni del sentimiento, sino del lenguaje por medio de un acorde generador.

(...)
alleció en Santo Domingo, la tarde del 20 de diciembre de 1999, a los 78 años de edad. Ahora nos queda recordarlo como era, con sus pasiones, sus luces y sombras, y deleitarnos con la lectura de su magna obra, que constituye un monumento de la literatura en lengua española».

Fragmentos de la biografía extraídos de :
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Antonio_Rueda_Gonz%C3%A1lez 

 

TEXTO EN ESPAÑOL  -  TEXTO EM PORTUGUÊS

 

POESÍA CONTEMPORÁNEA DE AMÉRICA LATINA. Org. Jorge Boccanera; Saúl Ibargoyen.         México, DF: Editores Mexicanos Unidos, 1998.  260 p.  Inclui poetas brasileiros.
Ex. bibl. Antonio Miranda, doação do livreiro José Jorge Leite de Brito.

 

RONDA DEL SOLITARIO

El camina y un día dura con él,
inútil día.
El sueño no es la cima,
ni la hora donde viejas imágenes discurren
con el cabello rencoroso.

La noche está en deuda
y el día sube, sin aliento.

Las sombras se desnudan en estrellas adorables,
frívolas amigas que dicen algo
graciosamente desonesto
y se evaden.

La noche no es la cima
ni el cerrojo lleno de paz.
El avanza
y el filo de la hora corta su paso,
lo arrecia en nube ardiente de fantasma.

La carne siente esas cosas extremas:
el último suspiro del moribundo,
la hoja y su quieto envés de ráfaga,
un paso y otro de nadie,
un latido y otro de nada.

Detenerse y seguir.  ¡Oh, solitário!

No terminaba así un día.
La noche no era eso.
Era la campanada sobre ti, una y solemne
bajando como la divinidad para juzgarte,
como un número de ceniza que te destruye,
te desamarra, oh doloroso nudo solo,
en el nuevo día múltiple:
una bodega oliendo a sacrificio.



TEXTO EM PORTUGUÊS
Tradução de ANTONIO MIRANDA

 

RONDA DO SOLITÁRIO

Ele caminha e um dia dura com êle,
dia inútil.
O sonho não é até o cume,
nem a hora onde velhas imagens fluem
com o cabelo rancoroso.

A noite está em dívida
e o dia sobe, sem alento.

As sombras se desnudam em estrelas adoráveis,
frívolas amigas que dizem algo
graciosamente desonesto
e se evadem.

A noite não é o cume
não é o ferrolho pleno de paz.
Êle avança
e o fio da hora corta seu passo,
o arroja em nuvem ardente de fantasma.

A carne sente essas coisas extremas:
o último suspiro do moribundo,
a folha e seu quieto invés da lufada,
um passo e outro de ninguém,
um batimento e outro de nada.

Deter-se e seguir.  Oh, solitário!

Não terminava assim um dia.
A noite não era isso.
Era a badalada sobre ti, uma e solene
baixando como a divindade para julgar-te,
como um número de cinza que te destrói,
te desamarra, oh doloroso nó único,
no novo dia múltiplo:
uma bodega cheirando a sacrifício.


*

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http://www.antoniomiranda.com.br/Iberoamerica/rep_dominicana/repub_dominicana.html

 

Página publicada em fevereiro de 2022

 

 

 
 
 
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